La importancia de una buena poda.

Por Gregorio Gordaliza Valbuena.

En todas las profesiones existen momentos en el que la realización de una actividad concreta adquiere vital importancia para el buen desarrollo de la profesión. En la viticultura esa actividad principal es la poda.

Hace un año aproximadamente, en otro artículo publicado en este periódico, establecía

la importancia del uso de personal especializado para dicha poda y “ denunciaba” la no utilización de cuadrillas profesionales en nuestros campos que garantizaran la realización de un trabajo eficaz y racional, puesto que el no cuidado de esta operación, provocaba que arrastrásemos deficiencias técnica a lo largo de todo el ciclo vegetativo.

Como todos sabemos ya, el Consejo Regulador va a poner en practica un nuevo reglamento o pliego de condiciones con el objetivo de implantar un nuevo, y no exento de polémica, visto lo de las vendimias pasadas, sistema de calidad (esta campaña será de prueba y adaptación pero de obligatorio cumplimiento para la campaña 2018) donde pone de manifiesto, la necesidad de cumplir con las exigencias productivas determinadas por los Servicios

Técnicos del Consejo, por lo que deberemos de adaptar nuestros viñedos a esta nueva normativa

y es en una buena y adecuada poda, donde nosotros podemos trabajar para limitar el número de yemas dejadas en nuestro viñedo regularizando así nuestra producción y reduciendo mucho las posteriores acciones que debemos tomar para cumplir fielmente con la nueva normativa.

Por lo tanto, mediante la poda, podemos determinar la carga de nuestro viñedo, es decir, el número de yemas fructíferas por hectárea. Este valor de carga estará íntimamente unido al rendimiento final de nuestra parcela, en consecuencia, con una buena poda y conociendo otros aspectos de nuestro viñedo (grado de fertilidad de nuestras yemas, vigor…etc), podemos ajustarnos muy mucho a los valores técnicos establecidos, como norma general por nuestro Consejo Regulador y reducir considerablemente los gastos adicionales que pudiesen surgir por ese posible exceso de producción en el que podríamos incurrir, derivado principalmente en un posterior aclareo de racimos, labor que como todos sabemos es altamente costosa, tanto económicamente como emocionalmente por nuestros viticultores.

En definitiva, vuelvo a incidir en poner en valor una práctica necesaria e imprescindible en nuestros modelos de viticultura y la necesidad de ser llevada a cabo por personal adecuado, con material técnico en perfecto estado y a ser posible supervisado por personas que conozcan los viñedos y su posterior desarrollo vegetativo, con el fin de poder ajustar esta a cada parcela podada y no basarnos solamente en criterios de rapidez y bajada de costes.

Pero en fin, quizás esto sea todavía mucho pedir.

24 de Enero de 2017

Artículo publicado en Diario de La Rioja.