
Daños colaterales
Por Gregorio Gordaliza Valbuena.
Ya estamos bien inmersos en un nuevo año y vemos desde lejos todo lo acontecido en el año 2017, que para desgracia de muchos, y consuelo de otros, no ha sido un año para enmarcar. No quiero yo volver a incidir en todos los acontecimientos negativos acaecidos en tal aciago año, sobre todo desde el punto de vista agrícola, aunque también en otros aspectos socio culturales, puesto que ya se han escrito muchas páginas al respecto y han corrido ríos de tinta con diferentes opiniones, interpretaciones e incluso hasta alguna justificación que otra.
Pero al contrario de lo que podíamos pensar y haciendo únicamente referencia al año agrícola, la pesadilla de lo acontecido en la primavera del 2017, mas en concreto en la nefasta noche del 29 de abril, vuelve aparecer en nuestras vidas.
Una vez pasadas las navidades, con sus consiguientes empachos de langostinos, cordero, turrones y vino, como no podría ser de otra manera, los viticultores han vuelto al campo para reanudar sus quehaceres diarios y han vuelto a experimentar el recuerdo de la helada de abril, al ver el estado de sus viñas. Esto no es exclusivo de nuestros viticultores, si no que es extensible a todos los viticultores del norte de España e incluso allende de nuestras fronteras, puesto que en Francia, Alemania e Italia, también se han encontrado con esta sensación, ya que al parecer, la globalización, que tanto nos gusta para otros menesteres, también ha llegado al clima y los accidentes meteorológicos, que en la mayoría de los casos eran puntuales de cada región, este año nos han golpeado a todos, en conjunto, de una manera ciertamente preocupante.
Pero volviendo a nuestro terruño, nuestro viticultores han cogidos sus tijeras y se han dirigido a sus parcelas a realizar la labor, por otro lado mas bonita, importante y seguramente mas gratificante de todas las que hacen a lo largo del año, que es la poda. El nivel de desesperación de alguno ellos es grandísima, según sus propias palabras – las viñas este año, no hay por donde cogerlas- y es que tienen toda la razón. Después de la helada y de las pocas labores que se han hecho sobre las cepas, han generado en los viñedos una estampa dantesca de las viñas, y en algunos casos las mismas adquieren cierto aspecto grotesco.
Los viticultores se enfrentan a viñas muy difíciles de podar, ya que los rebrotes que se produjeron y que no quitaron, con cierta justificación, después de la helada, están generando un problema grande en la poda. Muchos mas cortes en la madera de los que nos gustaría y de los que son recomendables y en muchos casos hasta reformaciones de las cepas de viñedos enteras, ya que el desarrollo de los brotes no fue el deseado y prácticamente no se ha generado poda alguna, pues además hay que sumar al efecto negativo de la helada una pertinaz sequía que “remato” nuestras expectativas de una buena recuperación de nuestros viñedos.
Todo esto hace que la labor de poda, que de por si ya es complicada y fundamental para un buen desarrollo de nuestros viñedos, sea llevada a cabo de una manera muy profesional y minuciosa. Este año si que no es para aquellos que quieren rebajar costes si o si y contratan cuadrillas de cortadores de madera, este poda si que es para viticultores de verdad, puesto que no solamente va a tener repercusión en esta campaña, sino que en muchos casos, la reestructuración es tan fuerte que afectará al futuro de muchos de nuestros viñedos.
Así pues, volvemos a a rememorar otra vez nuestra pesadilla que aparece de manera implacable y nos golpea con su mazo para que no podamos conciliar un sueño, que por otra parte se merecen nuestros viticultores, cansados ya de sufrir por un año aciago y nos hace pensar y reflexionar, en lo duro de una profesión, la de agricultor, donde todavía hay muchos factores que no se pueden ni se podrán controlar nunca.
23 de Enero de 2018
Artículo publicado en Diario de La Rioja.